Marina Schucky: “Vitaminas para el alma”
Sebastián Lindner
sebastianelpopular@gmail.com
Especial para El Popular.
Pasaron varios días desde que le
entregaron el premio por el mejor cortometraje local en el F.I.C.O (Festival
Internacional de Cortos de Olavarría) por su trabajo documental en el que
muestra la vida simple y la historia de Víctor Oscar “Cholo” Corridoni, el casi
eterno lechero de Sierras Bayas. Las aguas se calmaron un poco y ahora se ve
mejor en perspectiva. Marina Schucky es otra persona, parece la misma de
siempre, charlatana, siempre sonriente, positiva por sobre todas las cosas,
pero algo cambió en ella. Su horizonte es distinto. Y cuando sabés que podés
llegar a donde querés, la vida se saborea de otra manera.
Marina Schucky empezó en 1993 con sus
inquietudes en el mundo audiovisual. Lo hizo en el departamento de extensión de
la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría, donde se dedicó exclusivamente a
servicios a terceros, con trabajos para videos institucionales y comerciales,
cortos publicitarios (que tuvieron su repercusión en la TV pública) y
documentales (entre otros: “El vínculo de las raíces indígenas” donde se
muestra la vida de Pedro Galván). Siempre amó las imágenes en movimiento, pero
no quería ser una simple espectadora: “La cámara es mi mejor amiga, es como la
prolongación del ojo, pero aún más perfecta, nos permite captar cosas que se te
escapan en situaciones normales”.
Una
de sus musas inspiradoras para su tesis (que entregó en el 99) fue Carmen
Guarini (antropóloga). Fundadora de Cine Ojo. Cuando vio el documental “Un
llamado a la razón” que Guarini hizo
sobre el Borda quedo impactada por el papel que puede jugar la cámara mostrando
el conflicto de los pacientes, la realidad del Hospital. Y eso la terminó de
decidir por su tema de investigación y también por cómo hacerlo: “Entrar al
lugar y que los chicos se olviden de la cámara, no alterar la realidad y
captarla tal cual es. Lograr imágenes con mucho peso, muy fuertes en una
escuela donde se prohibía el lenguaje gestual a chicos hipoacusicos que
necesitan comunicarse por señas. Tenían que hablar, tenían que ser iguales a
los demás. Más de dos años estuve trabajando en eso”.
Tiempo
después de haberse recibido mantuvo su relación con la facultad a través de la
cátedra de técnicas audiovisuales (TV). Y además, 11 años de un trabajo que
nada tenía que ver con su verdadera pasión, pero que hacía todos los días
buscándole siempre la parte positiva. Porque así es ella: “Siempre soy positiva
y busco lo que te ayuda a crecer, pero todo tiene un límite, cuando no crecés
más, te tenés que bajar”. Y eso hizo, se bajó. Pero para subirse a otro tren.
Tren que descubrió cuando entró al programa “Estímulo” y le fue aprobado el
préstamo de honor de Capital Semilla 2010. Pudo entonces cumplir su viejo sueño
de los 90: formar su propia productora.
Y
ahí llegó el FICO, en los 11 años que Marina estuvo encapsulada en su trabajo
sabía de la existencia del festival pero nunca había ido (una especie de
mecanismo de defensa: cuando abandonás un sueño que te gusta, tratás de evitar
el contacto con él, porque duele). Ahora podía hacer algo. Y lo hizo. “Escuchar
a Cholo decir que ser lechero era la vocación y el sueño de su vida, entender
que él es feliz arriba del carro y que quiere que la muerte lo encuentre
trabajando, sentarme y contemplar esa paz en el campo fueron cosas increíbles
(…) Ver la alegría del Cholo, cuando se enteró de que gané, los aplausos de la
gente y la reacción cuando veían el documental, fue muy fuerte, son vitaminas
para el alma”.
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