La tecnología que nos debíamos.
Sebastián Lindner
@sebaslindner
Especial para El Popular.
En nuestra ciudad están por renovarse el cine, con
nuevas salas que vuelven a ocupar espacios que habían abandonado e inversores
que quieren aggiornar (“poner al día”) espacios que ya veníamos usando. Resulte
lo que resulte, se impone la necesidad de equiparlas con proyectores digitales
capaces de reproducir películas en 3D. Algo que hace años se daba en las
grandes ciudades y se venía replicando en las más pequeñas, pero esquivaba a
los olavarrienses.
Pero esta moderna tecnología de las tres dimensiones
no es tan moderna como parece. Para explicarla, debemos entender que nuestros
ojos son como dos cámaras fotográficas que obtienen imágenes planas (2D),
ligeramente distintas entre sí en función de la distancia en la que se
encuentran los objetos dentro de nuestro campo de visión, y es gracias a
nuestro cerebro que las interpreta, que obtenemos esa sensación de
tridimensionalidad. Esto es lo que se conoce como visión estereoscópica y es un
adelanto evolutivo para calcular las distancias. Desde que se entendió este
concepto que se ha intentado dotar a las imágenes artificiales (fotos y cine)
de esta sensación que le otorgaría mayor realismo.
Desde 1895 con la primera proyección pública de la
mano de los hermanos Lumière que se empezó a pensar la posibilidad de
dotar a este nuevo gran espectáculo con la tercera dimensión. Algo que se logra finalmente en 1922 con la
primera proyección comercial de la película “The Power of Love”. Claro que en
ese momento se usaba una técnica bastante compleja y diferente de la que se usa
ahora. En esos primeros momentos se usaba una doble proyección a partir de dos
películas de celuloide, separando la imagen a través de los colores rojo y
verde (cada color era captado sólo por uno de los ojos). Muchos recordarán los
lentes de cartón que venían en la revista Billiken. Eran iguales.
En la década del 90, cuando nuevamente el cine
rescata el 3D para competir con la popularidad cada vez mayor del VHS, se
impone el sistema Polaroid para los lentes mediante el cual se mejora
muchísimo la calidad de la imagen,
dejando de lado el sistema de los colores rojo y azul.
La tecnología avanzó muchísimo, llegando a extremos
como el cine IMAX. Hay uno sólo en todo el país. Y necesitaríamos muchas
páginas para explicar todo. Lo cierto es que muchas de las películas que se
realizan hoy en día se hacen pensadas para esta tecnología tridimensional y era
hora que las veamos en nuestra ciudad tal como fueron pensadas por sus
creadores. Y más allá de la discusión sobre la necesidad actual de hacer todo
en 3D, y los mejores o peores resultados que tendrán las películas en lo que
resulta a taquilla, le damos la bienvenida a esta moda de ver como se acercan
los objetos y parece que salen de la pantalla. En algún momento diremos lo
mismo del 4D, y sentiremos olores además de movimientos del piso y las butacas,
entonces ir al cine a ver una película se parecerá cada vez más a ir a un
parque de diversiones.
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